Santiago en 100 palabras

Abandonada

Cierra la puerta. Abre la boca, exclama un nombre, llamándolo. Desde la calle vio la luz encendida, como las del resto, pero nadie la espera en casa. Sus cejas se fruncen, sus ojos toman color nostalgia.

Entra a la habitación. Toma el teléfono. Suspira. Marca con la mirada el trayecto de los siete dígitos prohibidos. Cuelga.

En la cocina aún hay restos de conversación, también un poco de vino sobrante, tinto de buen cuerpo. Los tres porqués se disparan forajidos en su interior. Permanece inmóvil, su mente se esfuerza obsesivamente, maquinando alguna explicación que la deje respirar tranquila.

Una mirada bajo tierra

Los vagones siempre magnifican su sensación de soledad, aislamiento de ciudad para ser exactos. Las conversaciones ajenas le suenan como una rápida pasada por las frecuencias de la radio. Las ignora, mantiene su rumbo hacia una esquina, se instala en el piso y explora su entorno, en busca de una mirada cómplice, alguien de quien enamorarse por cuatro estaciones.

De paseo por la feria matinal

Los ensordecedores gritos de los anunciantes indicaban el inicio del sonoro carnaval. Las cajas planas de vidrio mostraban todo tipo de especímenes exóticos. Algunos con puntiagudas lenguas anfibias, con las que se atacaban mutuamente para atraer la atención de los visitantes. Las esferas de cristal eran consultadas en los distintos paneles por androides de silicona para predecir el futuro, y en las carpas más angostas, vistosos alquimistas ofrecían soluciones mágicas para el manejo de todo tipo de situaciones cotidianas.

Como todas las mañanas, me serví una rica porción de afrecho. La devoré con voracidad y continué con el zapping.


2 comments:

FILOTOPIA said...

El minimalismo te queda muy bien. Has logrado una enorme pureza narrativa, un gran poder simbólico en la mera concisión.

Khouly Bourage said...

Gracias, las pequeñas muestras de aprecio siempre tienen fondos en el banco de mi ánimo.