Una cicatriz que fluye por la sangre

Hablo con mi resentimiento. No es una plática agradable, ¿sabes? Hay mucho en ti, pequeñas y grandes cosas. Es como una guarida de serpientes, de todo tipo, de todos los tamaños, las más diminutas son las más venenosas. Esos detallitos, ¿sabes? Esas palabras que uno nunca llega a superar, tal vez solo sean solo una o dos, pero están ahí, moviéndose silenciosas, como una cicatriz que fluye por la sangre y no tienes idea por cual poro saldrá para gritarte solamente a ti: aquí estoy, aquí estoy ¿me recuerdas?

Se supone que las cosas pasan, se van, que el tiempo sabe lavar las heridas, que por debajo de los puentes pasa el agua ¡Pero qué mentira tan obscena! Tú sabes ser un poco más cruel que eso. Es mejor quedarse callado. Solo que por sentir esa fría sensación de impotencia en las manos sudorosas. Ese nerviosismo insufrible de quien quisiera responder con madurez, pero sabe de antemano que está dominado, paralítico en su propia reacción explosiva, reacción antagónica contra nuestra última trinchera de dignidad.

Mira, ahí está ella. La mujer. La que te alimentó en tantas ocasiones, de maneras tan jugosas. Dale una buena mirada. Obsérvala ahí, cagada de miedo, amarrada contra esa silla horrorosa que ella misma trajo de la tienda de antigüedades donde luego supe que se encontraba con su amante pervertido. Qué clase de mente enferma se reúne con una amante donde en la tienda de un anticuario bautizado Canuto. Seguro era un necrófilo negado. En fin, como te decía, ahí está ella sin poder ver nada a su alrededor, a mi disposición… perdón, sí tienes razón, también eres protagonista en esto. A nuestra disposición. ¿Pero qué sacamos de todo esto? le corto una oreja, le arranco las uñas o cualquier cosa de ese tipo y ya está. Es instantáneo. Siempre sabrá donde esta la herida y como ocultarla. Siempre podrá pedir un préstamo de hipotecario para repararse en alguna clínica bogotana. No, yo quiero justicia de la buena. Quiero que ella tenga una relación con su propio resentimiento tal como yo la tengo contigo, así, cercana y calurosa.

Creo que voy a dejarla ir. Eso es lo mejor, por ahora ¿sabes? No, no me están sudando las manos, pero tal vez es mejor preparar algo para cuando vuelva a su casa y crea que todo esto haya terminado…es una excelente idea, maquiavélica, una venganza prolongada, tal vez hasta de años, como en una novela policial, imagínate convertirme en un sicópata que la atormente invisiblemente por cada momento de su vida, acosando cualquier intento de felicidad, esa sí sería justicia de la buena, volverla victima eterna de un terrorismo personalizado, un estado de sitio imprevisible que … o tal vez tienes razón, quiero dejarla ir porque le temo tanto como desde el primer beso. No puedo enfrentarme a ella ni tampoco a ti, no puedo ni siquiera separarlos en dos cosas diferentes. Resentimiento y Mujer.

Escuché que lo mejor es dejar que el agua pase por debajo del puente, pero aquello no funciona cuando lo que pisas por debajo es un pantano sin corriente ni intención de moverse.

Hay que tener bolas al menos una vez en la vida de poner la pistola en la sien y recuperar la dignidad.

X sale del galpón, camina lento, con paso hipnotizado, parpadeos inconstantes. Saca de la guantera del auto de ella un pequeño revolver viejo de colección, comprado en la tienda del anticuario, un regalo de ella en el pasado San Valentín.

- Por si te dejo de amar alguna vez dijo ella en tono de broma cuando se lo dio.
- Ojalá venga con dos balas entonces, le respondió él también riendo

3 comments:

Anonymous said...

Muy bien escrito. Fuerte. Pasional. Con una carga de desesperación, culpa y alucinación que te deja con un dolor en el alma después de leerlo.

Anonymous said...

Fuck... Me haces vomitar de la felicidad de como escribes! R.

Juan Gomez said...

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